No hay pena que una santa y solitaria
borrachera en mi cuarto no me mate,
cuando creo que el destino me abate
me basta una jornada literaria
de vino tinto semi-voluntaria
(más consoladora que el chocolate)
para aplacar el interno debate,
que atiza mi agonía proletaria
de la comodidad verme lejano,
¡lejos aún! —deseo quejoso—,
que sobre mi pescuezo miliciano
siento que el mundo soporto enojoso.
Mas encorvado por yugo inhumano
no claudica mi semblante orgulloso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario