lunes, 9 de septiembre de 2019

Poesía. Hoy borró la mañana límpida

Hoy borró la mañana límpida
la amargura de una noche de insomnio,
que es debilidad travestida de agudeza
y farsa juvenil,
como tantas pretéritas mañanas
se han llevado los juramentos vanos
de pretéritas noches.

En unos diez o doce años,
arqueólogos peatonales 
creerán descubrir en las arrugas de mi cara
fósiles transidos de escepticismo
procedentes de aquellas noches inquietas.

Ya seré yo por entonces más sabio 
(y más dulce)
y no turbará mi marcha
por las humanas avenidas.

Sorberé el mate al contemplar 
el río del tiempo desde el puente
de la mundana comodidad 
—amén—
y habitaré un digno taxón, acaso predestinado,
como quien habita una litera
estrecha, pero funcional y suficiente:
libre de vergüenza. 

jueves, 22 de agosto de 2019

Soneto 15. Mi primera cana, tanto esperada

Mi primera cana, tanto esperada,
apareció más tarde que temprano,
después del invierno antes del verano
la descubrí entre mi barba mermada.
Temía en la melena abigarrada
el execrado prodigio mundano
encontrarme, como cualquier fulano,
según la vieja usanza acostumbrada.
Ni correspondido el primer amor,
ni provechoso el primer sacrificio,
ni cerca estoy de burgués o doctor.
¿Es raro, pues, que el hado crediticio
lo inaudito me haga merecedor
por negarme un rumbo acomodaticio?

Soneto 21. Mi pena se fue

Mirando por la ventana la luna,
desde mi poltrona me lamentaba
que para mis lamentos no encontraba
ni sedante ni salida ninguna;
cruenta me parecía mi fortuna,
mundana dolencia me atormentaba,
insoluble por mucho que pensaba,
retenía mi dicha inoportuna.

Contra la natura mi pensamiento
volviose: clamé al cielo por reposo,
mientras apretaba el puño dudoso
contra el pecho exclamé el incierto intento
para, por siempre, proscribir la pena
y habitarme perenne la cachaza,
que la ingrata oscuridad despedaza,
dando presto término a mi condena.

El Dios de las cosas pequeñas oye,
dictamina insondable por doquiera.
Si sobre una roca o un punto cualquiera
se posa no hay potencia que no arrolle.

Y hubo de concretarse cabalmente
mi anhelo, pero no fue inocuo porque
Dios me advirtió: "recibe uno lo que
otro da, así será invariablemente".

Hoy veo por la ventana la luna,
desde la misma poltrona lamento
que, para peor desdicha, no encuentro
mi antigua tristeza por parte alguna.
No más para mí la noche lobuna,
el usado y flagelante contento
me huye. Tampoco el viejo aislamiento
me restituye la chispa importuna.
Ahora el mar es tan solo una masa
de líquido móvil, salado y denso;
del universo siquiera lo extenso
percibo, mi curiosidad no abrasa.
Por el mundo errando busco mis penas,
busco la sangre faltante en mis venas.

Soneto 29. Hoy me liberé de toda molestia

Hoy me liberé de toda molestia
que turbase mi sagrado reposo
y sorteando trance doloroso
a salvo lo puse de la ira, bestia
impía, que suprime la modestia
de saberse un siempre pecaminoso
hombre cualquiera, simple y temeroso.
Cometen embarazosa inmodestia
quienes de la vida esperan aquello
cuyo precio pagar nunca pretenden,
mas, sin percatarse, la soga al cuello
se colocan y sus cabezas penden 
del cadalso por perderse el destello:
no está fuera de sí el mal al que tienden. 

domingo, 11 de agosto de 2019

Poesía. No será mía tu belleza

No será mía tu belleza,
no será mía tu cabellera rubia,
no correrá hacía mí el traqueteo de tus tacones impacientes
ni se quebrantará tu cortesía en mi presencia.
No pertenece a mi tiempo ni a mi espacio 
la ligereza de tu alma perecedera
ni tu voz terrosa y grave
y tu vocación cosmopolita
no se contentará con mis noches de insomnio.

Y así, toda tú me hieres
como una lejana idea
oriunda del siglo antepasado,
que generaciones de mis ancestros 
apenas han sospechado:
     la mayoría olímpicamente ignorado,
     algunos vanamente anhelado,
     los pocos afanosamente perseguido
     y uno —quizá uno— con ella coqueteado.

Así sea o no, 
no más ni menos puedo esperar
de este Siglo XXI,
pródigo en dulces extrañamientos,
porque a otros hombres de mejor condición y destinos más negros 
les debo el Mundo que llevas contigo en cada contoneo
—y que contiene el aliento a tu paso—,
en cada ir y venir,
en cada dar y quitar.

Pero ¿quién es acreedor y quién deudor?
Si la vida de nadie es un camino de rosas
no seré yo quien cuente tus espinas
porque a otros hombres, 
de este Siglo XXI
—que prorrogará su histórica deuda—...
a otros hombres de mejor condición 
y destinos más grises te debes,
al igual que ese Mundo que llevas contigo en cada contoneo
—y que contiene el aliento a tu paso—,
en cada ir y venir,
en cada dar y quitar...

martes, 30 de julio de 2019

Soneto 28. Mucho trabajo gasta quien carece

Mucho trabajo gasta quien carece
de él justamente por procurarse uno
más seguro y pingüe que aquel ninguno
que ahora le consume, desfallece 
porque sí y porque no también padece
de cuando en cuando y hasta el desayuno
se salta a veces por estar de alguno
u otro predicamento imbuido, crece
en él devoradora la ansiedad
de no hallar por propio seso y esfuerzo
un golpe de providencial piedad
—desespera y clama por refuerzo—
y cavila en qué gran necesidad 
cae quien quiere ganarse el almuerzo.

viernes, 26 de julio de 2019

Poesía. Recuerdos del eclipse del 2 de julio de 2019 en Santiago de Chile

Recuerdo una tarde sobre un tejado,
la fantasmal penumbra cósmica 
tiñendo de plata efímera 
las calles y edificios silentes
de un barrio de una ciudad del Cono Sur,
la vista área de los paisajes maternos,
ora tan familiares ora peregrinos,
y los destellos agonizantes 
sobre el chapitel del vecino. 

Recuerdo el vuelo de las palomas,
presuroso e ingenuo, recortando 
una atmósfera exánime y plácida
de muerte y resurrección.
Volaban como quien corre
a tomar una micro 
para volver del trabajo,
para bajar las persianas,
para soñar con los angelitos,
gorjeando menos y menos. 

Recuerdo el sol, como una exhalación
de bermellón sideral, 
refulgiendo y palpitando para,
a tantos millones de kilómetros,
lastimar con picor las pupilas
desprevenidas de este primate curioso.

Recuerdo el frío tomando por asalto
un mordisco de mis manos,
que no ha diez años fueran tersas,
el vaho casi imperceptible 
que osó opacar el aire cristalino
de aquel trigésimo octavo minuto,
de aquella cuarta hora,
de aquella tarde de un 2 de julio,
de un año que podría haber sido cualquiera,
pero fue aquel en que tantas certezas caducaron.

Fue obra de otras manos y otro ingenio
inaccesible y visionario
—si la astronomía dispensa la metáfora—
que labraron y anudaron 
lo que es arriba y lo que es abajo
en perpetua danza
de colosal magnitud, 
milimétrica exactitud
e irresistible potencia
que este vástago, escéptico de lo humano,
volviera a alzar la mirada asombrada.

Quien recuerda estos recuerdos,
autor de estas palabras balbucientes,
paga su deuda de gratitud con el Universo, 
—que no precisa este mortal tributo—
por haber fundido lo que por propia mano
no hubiera podido y haber demostrado
que también un eclipse puede iluminar




Familia Salazar Solís, Santiago de Chile, 2 de julio de 2019. 

lunes, 10 de junio de 2019

Poesía. Inteligente, guapo y generoso

Entre tanta gente ella me vio,
me sonrió y me dijo:
Quiero conocerte.
Yo no comprendí, pero estuve de acuerdo.
Mientras tanto
el verano se enfriaba tras cada nuevo día
hasta que me dijo:

Te he visto leyendo muchos libros,
eres inteligente,
la gente inteligente lee libros.

Yo asentí:
soy inteligente, porque leo libros.

Noto que siempre vas bien afeitado,
eres guapo,
los hombres guapos van afeitados.

Yo asentí:
soy guapo, porque voy afeitado.
Siempre pagas tú,
eres generoso,
la gente buena es generosa.

Yo asentí:
soy bueno, porque soy generoso.
Inteligente, guapo y generoso,
sonaba bien, me gustaba ser así.
Ella me había descubierto.
Te amo.
Yo también te amo, porque eres
inteligente, guapo y generoso.
Un día cualquiera
no tuve dinero para ser generoso
ni tiempo de afeitarme
ni ánimo para leer.
Pero no importaba ya el dinero, las navajas ni los libros,
entonces importaba ella.
Te amo.
Ya no te amo, ya no eres
inteligente, guapo y generoso.
nunca lo fuiste,
en realidad eres estúpido, feo y mezquino.
Me engañaste,
te odio.

Ahora estoy solo
sigo leyendo libros,
sigo yendo afeitado
y no he dejado de pagar.
Pero ya no soy inteligente, guapo ni generoso,
nunca lo fui.
Yo la engañé.

Ahora soy solo yo.

Poesía. Animales venidos a más

Los monolitos de Göbelki Tepe y sus efigies mitad hombres
mitad animales, cuyo ceño impasible escruta el interior
—siempre el interior—
de recámaras circulares dentro de recámaras circulares 
consagradas a dioses occisos hace 10.000 años,
se cuelan de contrabando en los libros de texto 
protagonizados por César, Napoleón y Hitler 
y salpicados de 1215, 1492 y 1914 
que bien podrían ser la contraseña de mi tarjeta de crédito—
y otros tantos nombres y fechas
que son tan solo eso: nombres y fechas.

Tamborilean como lluvia sobre las mentes 
los índices de inflación, de producción,
de desocupación, los climogramas y las fronteras
saturan el espacio craneal que yace aún
entre el balbuceo simiesco 
los fundamentos de toda futura metafísica
de animales venidos a más
millones de animales venidos a más
varios miles de millones.

Pero... ¿qué me importa a mí el Cromañón y el poblamiento americano,
la Guerra de Arauco y los gobiernos radicales?
Falaz e incompleta cadena, apenas postulada,
de vagas causas y efectos inanes
que poco y nada puede
ante la Historia real de los hombres y su geológico tedio, 
ante los rostros arabescos recortados en las líneas de mi armario,
ante la vez que le grité a mi mujer por hambre (ni amor ni odio),
ante la rodilla que me duele al bajar más de 5 peldaños.

Muchas veces lo he intentado
y continúo enfermo de optimismo
—¡no crean que no!—
pero, volviendo al tema disertado:
¿de qué sirve la Historia, si no es para que vida y muerte mejoren?
¿de qué sirve si no colectará las penas de mi vieja que se muere?

La vanidad preña violadora y diligentemente todo afán
de quienes, como tú, yo y el Cromañón,
no somos sino animales venidos a más. 

lunes, 27 de mayo de 2019

Poesía. No sobran en nuestra época

No sobran en nuestra época
los sócrates, los catones,
los hombres que, como árboles, 
han echado raíces, han proyectado ramas y follaje.
Pertenecientes a una estirpe casi extinta,
a una fauna cuaternaria de grandes mamíferos
flemáticos y estoicos,
salpican la tela de un tiempo
hace tiempo ido.
Los anillos del roble atestiguan
la paciencia que antaño exhibieran
aquellos de mejor catadura ante
honrosos destinos más abnegados
y las hojas marchitas
derramadas, copiosas y efímeras,
legan a descreídas generaciones futuras
la honda sentencia:
un hombre es más que un hombre.

Un silencio de anticuario velará su sueño
de héroes obsoletos, de mundanos pecadores
nacidos bajo prosaicos auspicios
y muertos en el siglo equivocado.
Una privada y postrera reverencia
bastará a quienes no reclamaron
laureles ni loas
ni más riqueza que un hogar
ni mayor orgullo que una familia.

La megafauna se ha extinto —reza la paleontología—, 
¿dirá lo mismo la sociología?

Poesía. Cualquiera diría que Japón se ha vuelto una japonería

Cualquiera diría que Japón se ha vuelto una japonería:
un crisantemo de neón recortado sobre aquel monte
místico y colosal, inmemorialmente reverenciado.
Las rodillas gastadas de los kimonos no mienten,
la desesperada cortesía definitiva,
las colegialas abusadas en el metro
y el flamante flexor facial tampoco
(cuya realidad un sudaca apenas puede intuir).
Revolotea triunfante el ingenio venal
sobre el hacinado tedio de un pueblo desgastado,
sucedáneo cruel de una natalidad regresiva.
¿Arisaka y Nambú? estruendoso sepulcro
labrado por más modernos y menos explosivos vicios.
Ya no aúlla el ¡Banzai! de los suicidios militares,
pero los civiles son una tumba.
Las entrañas de Asia (la preñez de la Humanidad)
vaticinan el futuro
—predicamos en la periferia de Occidente—.
¿Qué nuevo hombre marchará esta vez desde el Sol Naciente?
¿Hay algo al oriente de Japón?

miércoles, 24 de abril de 2019

Soneto 27. Aquella no tan célebre costilla

Aquella no tan célebre costilla
por la hoz del veloz ladrón perforada
evidencia la perenne y sagrada
crónica; lo propio el hocico chilla
y escorado el predador trastabilla,
la osamenta del brazo fracturada
le recuerda en esa lengua no hablada
lo que ignorar no podría. La arcilla
en la ancestral estepa de Mongolia
bien lo sabe, ni en setenta millones
de años olvida un cardo, una magnolia,
ni la fatal contienda por eones
eternos sostenida; tenaz folia
la sentencia: uno soy, también montones.




Conjunto de fósiles conocido como "Los dinosaurios luchadores", hallado en Mongolia en 1971.

Blog de paleo biología que explica la importancia científica de tales fósiles.

Soneto 26. Punto y puntada encima de la tabla

Punto y puntada encima de la tabla
de planchar pasa; la mirada gacha
de ojos verdosos clavada en la racha
de ajenas prendas que bajo la diabla
cabellera colgante enfilan. Habla
y hablará del clima, el hado, la facha
de una vecina; mientras corta hilacha
y deslustra el material una fabla
escolar, recordada con cariño, 
evocará y quedamente la Singer
contemplará serena: «¿si el corpiño
fuera de una otra que yo misma ayer
soñé era y no fui?». Flamante armiño
planchará y reirá por estar y ser.

domingo, 21 de abril de 2019

Soneto 25. Duerme negrita tu sueño

Duerme negrita tu sueño
de oleajes mecedores, 
pálido arenal risueño
y desprendidas labores.
Paz a ese nortino ceño
dale, pasa de temores
que fueran terrible empeño
y olvida mustios rencores.
Duerme negrita y perdona
si este loco niño araña
tu costado, pues pregona
a tus males sacra saña
prudente pero amazona,
tan portentosa montaña
de mi vida te corona
reina pagana ermitaña.
No se ponga ni se extinga
el pardo sol de tu faz
que mi barcaza no singa
y por el mundo incapaz
mi tiempo no soportase,
si de un puñal se tratase.