lunes, 27 de mayo de 2019

Poesía. No sobran en nuestra época

No sobran en nuestra época
los sócrates, los catones,
los hombres que, como árboles, 
han echado raíces, han proyectado ramas y follaje.
Pertenecientes a una estirpe casi extinta,
a una fauna cuaternaria de grandes mamíferos
flemáticos y estoicos,
salpican la tela de un tiempo
hace tiempo ido.
Los anillos del roble atestiguan
la paciencia que antaño exhibieran
aquellos de mejor catadura ante
honrosos destinos más abnegados
y las hojas marchitas
derramadas, copiosas y efímeras,
legan a descreídas generaciones futuras
la honda sentencia:
un hombre es más que un hombre.

Un silencio de anticuario velará su sueño
de héroes obsoletos, de mundanos pecadores
nacidos bajo prosaicos auspicios
y muertos en el siglo equivocado.
Una privada y postrera reverencia
bastará a quienes no reclamaron
laureles ni loas
ni más riqueza que un hogar
ni mayor orgullo que una familia.

La megafauna se ha extinto —reza la paleontología—, 
¿dirá lo mismo la sociología?

Poesía. Cualquiera diría que Japón se ha vuelto una japonería

Cualquiera diría que Japón se ha vuelto una japonería:
un crisantemo de neón recortado sobre aquel monte
místico y colosal, inmemorialmente reverenciado.
Las rodillas gastadas de los kimonos no mienten,
la desesperada cortesía definitiva,
las colegialas abusadas en el metro
y el flamante flexor facial tampoco
(cuya realidad un sudaca apenas puede intuir).
Revolotea triunfante el ingenio venal
sobre el hacinado tedio de un pueblo desgastado,
sucedáneo cruel de una natalidad regresiva.
¿Arisaka y Nambú? estruendoso sepulcro
labrado por más modernos y menos explosivos vicios.
Ya no aúlla el ¡Banzai! de los suicidios militares,
pero los civiles son una tumba.
Las entrañas de Asia (la preñez de la Humanidad)
vaticinan el futuro
—predicamos en la periferia de Occidente—.
¿Qué nuevo hombre marchará esta vez desde el Sol Naciente?
¿Hay algo al oriente de Japón?