sábado, 18 de julio de 2020

Poesía. Los reptiles observan

Los reptiles observan
nuestras grandes ciudades de acero,
ven el metro y las micros repletas,
la carrera espacial
y la bomba atómica.

Hace mucho deambulaban sobre la Tierra
indiferentes y soberbios,
recorriendo con ojos de pupilas rasgadas
las revoluciones solares.

Cuando haya caído la última bomba,
cuando el Dios de las cosas pequeñas nos abandone,
cuando se acabe el vino,
volverán los reptiles
a reptar sobre nuestras ciudades ruinosas.
El Capitolio, el Big Ben, el Cristo Redentor
será nidos que incubarán monstruos innominados.

Y volverán a ser crueles
y volverán a ser altivos
y volverán a morder los huesos del futuro
y después de haber devorado el Mundo
descansarán al sol
hasta ver nacer a los nuevos mamíferos.


Poesía. Verás a los hombres

Verás a los hombres sobre la Tierra
fornicar y multiplicarse,
los verás sobre los puentes que tienden sobre los ríos
rezando, implorando, esperando
que baje Dios del cielo a tomarse una cerveza 
con el desgraciado de turno.

Los verás vestidos de traje y corbata,
almidonando el orgullo de ser la cima de la cadena alimenticia.
Los verás llenar con palabras el Mundo,
las palabras con significados,
los significados con conceptos
y los conceptos desnudos de Mundo.

Los verás masacrarse humanitariamente,
despilfarrar eficientemente,
administrar la libertad
y afirmar a Dios para anularlo.

Viéndolos sobre la Tierra,
(bajo ella y sobre ella)
más valdría preguntarse
¿por qué se extinguió el Neanderthal?

Poesía. El Dios de Berkeley

Las revoluciones de los cuerpos celestes,
la pena del hombre pobre,
el ejército de mujeres que recorre las calles buscando clientes
y sus clientes,
el Niño, la Niña y la corriente de Humboldt,
tú y yo mientras nos masturbamos,
tú —yo no— cuando le das una moneda al mendigo,
el mendigo cuando se compra un vino,
el cartón de vino en la basura,
los niños que buscan juguetes en la basura,
pero solo encuentran cartones de vino.

Todo esto
y todo lo demás
lo ha visto y lo ve el Dios de Berkeley.

Poesía. Hoy fue un buen día

Hoy fue un buen día.
La irregularidad de la temperatura de la ducha
no me desanimó,
el desayuno frío y solitario tampoco,
todas las mierdas del centro
y sus tribunales 
tampoco.

Hoy fue un buen día
porque me di el gusto
de transitar 40 minutos sentado
en la micro
leyendo Bukowski
mientras una vieja de mierda
empujaba su abdomen correoso contra mí, 
mientras tosía,
mientras escupía,
mientras se moría de la vida frente a mí. 

Lamenté haber llegado a mi destino.
Solo espero que la vieja de mierda
haya elaborado mentalmente
una novela mejor que Cartero.

Poesía. Hora punta

Te obligan a ajustar tu reloj biológico según la televisión.
Te dice que planifiques tu viaje, 
levantarse hora y media antes
es un sacrificio aceptable
para que el país funcione,
para que las instituciones funcionen.

Pero no te preocupes, 
pronto te acostumbrarás
al traqueteo cansino de los carros,
a las miradas derrotadas, 
a las cabezas gachas,
a las manos callosas
y las suelas gastadas. 

En efecto,
te acostumbras.

Te acostumbras
al hereditario peso de la noche
que te jala como la gravedad
al quintil al que perteneces. 

Poesía. La arcaica interferencia

La arcaica interferencia se derrama de la ventana hacia afuera.
No puedo dormir, como siempre.
No puedo pensar, como siempre.
Apenas puedo escribir.

Me encierro en mí mismo,
cediendo puerta por puerta
al divino invasor.

Odiseo mismo no se hubiese atrevido,
yo menos.
¿Cómo será cuando sea adulto?
Quiero decir verdaderamente adulto,
cuando el pan sea sudor y lágrimas.
No quiero dormir, como nunca.
No quiero pensar, como nunca. 
Quiero escribir. 
Pero, por sobre todo, no quiero salir.

Hoy han dicho en la tele
que en cada esquina está,
que nadie le ignora,
que la ciudad está muda, 
que el país está sordo.
Solo se oye la interferencia, 
el mundo se cae a pedazos.

Hoy han dicho en al tele
que los suicidas han abrazado la vida
esperando un mañana en el que quizá sean noticia,
que los esposos se han dado una tregua
de tanta indiferencia convencional,
que el policía —solo por hoy—
es un amigo en nuestro camino.

Mañana hablarán sus adherentes y detractores.
Los unos dirán que es necesaria e inevitable,
que nos reúne con los nuestros
y nos aleja de los otros.

Los otros dirán que si nos une o nos separa
es contra nuestra voluntad,
que los nuestros no son los mejores
y los otros tampoco son los peores.

La contienda es desigual e insoluble.
Lo único seguro es que también es eterna
y fatal.

La fauna se contrae.
La flora es carnaval.
La Humanidad espera.
Así espero yo también,
escribiendo como poeta de copa y sofá.

Soneto 9. No contenta ni todo un hemisferio

No contenta ni todo un hemisferio
a quien apenas salido del huevo
quiere ser de laureados relevo,
fantaseando puro descriterio.

Napoleón formó figas imperio,
César se adueñó de otro más longevo,
Genghis Khan del mayor del medioevo,
Cristo de la fe reveló el misterio.

Poseyeron todos genio notable, 
trájoles de galardones llenarse,
mas padecieron final nada amable.

En la propia vida y ser afanarse:
virtud, familia, honor, hacienda estable
son también méritos de celebrarse.

Soneto 3. Fue mi abuela María Magdalena

Fue mi abuela María Magdalena
mujer de carácter, piadosa madre,
fiel, riente, de dulce amor harto plena
que ya duerme a la diestra de Dios padre.

Al sol por hijos y nietos pidió, 
en penumbras mantuvo indemne el rostro,
por noble condición no dividió
el cariño que al azar plantó arrostro.

Jamás igualada gentil matriarca
todavía los Solís te extrañamos,
más prolífica que un Petrarca, 
por primera y mejor no te olvidamos.

Falta que me hace —sobra explicación—.
Fue mi Lela persona de excepción.

Soneto 8. Alejados rincones visitar

Alejados rincones visitar
de la Tierra muy costosa afición 
de algunos, que con creciente fruición
observan su pasaporte timbrar.

Países del mapamundi marcar
con agujas faltas de precisión
vale de superior coronación 
si toman por lo mejor el viajar.

Nueva York, Machu Picchu, Barcelona,
el asiático sudeste también
caen todo presas de esta buscona.

En cambio, otros no requieren vaivén, 
tumbados felices en la poltrona
hallan en la quietud total edén. 

Soneto 13. Esta mañana he visto un colibrí

Para arriba y para abajo corrí,
otro días gris en la ciudad,
mas encontré en la rutina piedad
porque hoy he visto un colibrí.

La naturaleza redescubrí,
— más alegría menos gravedad—
un minuto de afable ociosidad.
Esta mañana he visto un colibrí.

Del Polo Norte a la Tierra del Fuego,
doquiera en el mundo llamado "nuevo"
te sorprende el picaflor con su juego.

Desde ahora el total solaz promuevo,
recreo, templanza, placer, sosiego:
dicha volátil nacida de un huevo.

viernes, 17 de julio de 2020

Poesía. Quisiera que Dios bajara del cielo

Quisiera que Dios bajara del cielo
y me llamara por nombre y apellido
y me juzgara, ya digno ya impío,
pero que me juzgara indeleblemente,
definitivamente.

Que, en palabras no pronunciadas,
dictara una inapelable sentencia,
en cuya resolución me mirase 
como en un espejo de agua
y así conociera, por medio del eco silencioso,
todo aquello que siempre he ignorado
y la prosaica sucesión 
de causas y efectos
que han producido el yo que escribe estas líneas
cobrase un sentido inmanente e ineludible,
fuera éste grandioso o humilde.

Desconozco si acaso este anhelo de predestinación
es, en sí mismo, el germen de su propia demostración
o si, por el contrario,
todo destino —en estricto sentido— es refutado 
por el hecho de formular siquiera esta súplica pagana.

Pero abrazar esta duda
y recorrer este camino incierto
es el ciclo predecible que repito 
cada vez que elevo mi plegaria incontestada:
quisiera que Dios bajara del cielo.