martes, 6 de octubre de 2020

9.11 Las enseñanzas del Maestro: ¿deben ser oídas ambas partes de una misma cuestión?

Se congregó aquella tarde bochornosa, en la plaza pública del pueblo, una gran multitud de gentes de las más variadas para oír departir en egregio diálogo a los tres mayores sabios de la comarca sobre las más agudas cuestiones terrenas y celestes.

En esta ocasión, un hombre humilde del pueblo llano dio un paso adelante y con gran reverencia pidió permiso para plantear a los sabios una cuestión que mucho le intrigaba tiempo ha. Le fue concedido y tras meditar unos momentos la mejor formulación inquirió derechamente: ¿deben ser oídas ambas partes de una misma cuestión?

Murmuraciones de perplejidad levantó entre los allí reunidos caso tan espinoso y vacilaron todos unos minutos antes de proceder al sorteo del orden en que habrían de deponer los sabios. 

El procedimiento ideado, asaz sencillo, consistía en tres bolas idénticas, que llevaban dibujados los números del 1 al 3, que los sabios debían coger de una bolsa negra al mismo tiempo y sin mirar. Se garantizaba así que el perfecto azar y no las estratagemas viles determinaran en qué sucesión habrían de exponer sus razones, de este modo les resultaba imposible adaptar mañosamente su discurso para socavar falazmente al contrincante en lugar de acuñar en su fuero interno la honesta evidencia de sus propias proposiciones. La verdad debía triunfar por sobre la retórica. 

Así, se les concedía un tiempo delimitado a los sabios para formular, de dientas hacia adentro, sus razonamientos, luego se sorteaba el orden y en seguida comenzaban a departir. Y así hicieron.

El primer sabio dijo así:

—En toda discusión deben ser oídas siempre ambas partes de la disputa, ya se trate de una disputa práctica, como ocurre ante un tribunal, o bien de una disputa teórica, como ocurre en los diálogos filosóficos. Ello es así porque el primer orador o bien demostró su punto con su discurso o bien no lo demostró. El primer caso no es dable lógicamente, puesto que no es posible tener por demostrado por la mera exposición aquello que debe ser demostrado por medio del diálogo y contraste de los argumentos de parte y parte, en cuyo caso se sigue que [el primer orador] jamás podrá demostrar su punto con su discurso. Por otro lado, si [el primer orador] no ha probado su punto entonces se sigue que, atendida la naturaleza dicotómica [de este tipo de disputas], la otra postura, cualquiera sea, ha de ser la verdadera. Sostener lo contrario implicaría afirmar que quien ha hablado [segundo] meramente ha proferido el mismo enunciado que quien habló primero, en cuyo caso no habrían realmente dos posturas, sino una sola repetida, de lo cual se seguiría que la misma sería falsa y verdadera a la vez, lo cual es absurdo. 

Luego habló el segundo sabio del siguiente modo:

—Jamás en discusión alguna deben ser oídas ambas partes de la disputa, ya se trate de una disputa práctica, como ocurre en un tribunal, o bien de una disputa teórica, como ocurre en los diálogos filosóficos. Ello es así porque el primer orador o bien demostró su punto con su discurso o bien no lo demostró. En el primer caso resulta innecesario oír ulteriores posturas respecto a la misma cuestión, puesto que, si ha quedado demostrado el caso defendido por el [primer] orador implica que ha presentado un razonamiento necesario y suficiente, quedando por probado el punto y por inoficioso todo disenso. Por otro lado, si [el primer orador] no ha probado su punto, entonces deviene vano cualquier ulterior discurso en contra de una tesis ya demostrada insuficiente y, por tanto, falsa. Sostener lo contrario implicaría afirmar que quien ha hablado [primero] meramente ha proferido un enunciado fútil, que nunca es el caso justamente porque ha hablado primero, o bien que la totalidad de la carga de la prueba recae en el segundo orador, que nunca es el caso justamente porque hablaría segundo, lo cual es absurdo. 

Llegó finalmente el turno del Maestro, quien se limitó a guardar silencio. Y fue entonces, por todos los allí congregados, aclamado como el más sabio de los tres. 



miércoles, 30 de septiembre de 2020

Poesía. No encuentro los lugares donde antes me encontrara perdido


No encuentro los lugares donde antes me encontrara perdido
porque tiempo atrás, sin darme yo cuenta,
los perdí de vista
y no captados ya por mis ojos los fotones
desaparecieron sin destello, sin escándalo
ni beatería de despedidas.

No verán ellos tampoco ya al niño o al joven,
que ahora es un hombre pasmado,
dar una y otra vuelta
en ángulos más obtusos que rectos
para terminar, sobre los perdidos lugares, en el mismo punto
en que su adultez parará,
embriagado de la impenitente ingenuidad
de creer, con científica fe bastarda,
que un desplazamiento espacial
podrá regresarle al niño o al joven perdido
sobre los lugares que,
tiempo después,
perderá de vista sin destello, sin escándalo,
sin la resignación sabia de lo irrepetible
ni el único consuelo de beatas despedidas.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Poesía. ¿Quién sería de no haber sido aquel que fui?


¿Quién sería de no haber sido aquel que fui?

Si mi principio no habrá de ser también mi fin,

si un cielo saturnino no hubiera

sobre mí inscrito el sombrío signo

de que el cordón que a otros da la vida

a mí me la quiso quitar sin haberla tenido siquiera.


Si esa tarde de ese día de verano

el médico no hubiese prestado oídos

al ominoso silencio de una criatura. 


Si en lugar del sombrío signo

un auspicio distinto,

—el llanto de mis congéneres, por ejemplo—

hubiera sido.


Si de joven no me hubiera sentido ya viejo,

como si ya hubiera vivido lo que habré de vivir,

por vislumbrar —¿acaso recordar?—

que el fin es también el principio

y ser custodio del presagio abrasador

de que retornaré una vez más,

bajo un renovado signo, 

para volver a jurar: 

Yo soy el que soy


sábado, 15 de agosto de 2020

Poesía. Que alguien me jure que este es mi destino


Que alguien me jure que este 

-y no otro cualquiera-

es mi destino,

que estos días y estas noches

son parte de algún plan insondable,

cuyo sentido habré de percibir algún día. 


Quizá recién en el lecho de mi muerte

habré de percibir, al fin y al cabo,

mi mortal ciclo en este mundo,

desde su comienzo a su fin,

y en cada esquina, bien o mal torcida,

encontraré una divina y piadosa sonrisa

anunciadora de la pequeña felicidad

de volver, una vez más, a torcer, bien o mal, 

sobre las mismas esquinas 

la dirección de mis andanzas juveniles

y no tan juveniles errores y arrepentimientos.


Soñaría entonces enmendarlos

si el mismo Dios que me ha condenado

me señalara exactamente cuáles son

y cómo pude cometerlos. 


Pero el Dios invocado es el torcedor de las esquinas,

interrogadas inocentemente tantas veces,

y no perdona a quien ha recorrido, 

una y otra vez, 

aquellas calles oblicuas, 

sobre las que se ha vuelto hombre,

dichoso y pecador.

sábado, 18 de julio de 2020

Poesía. Los reptiles observan

Los reptiles observan
nuestras grandes ciudades de acero,
ven el metro y las micros repletas,
la carrera espacial
y la bomba atómica.

Hace mucho deambulaban sobre la Tierra
indiferentes y soberbios,
recorriendo con ojos de pupilas rasgadas
las revoluciones solares.

Cuando haya caído la última bomba,
cuando el Dios de las cosas pequeñas nos abandone,
cuando se acabe el vino,
volverán los reptiles
a reptar sobre nuestras ciudades ruinosas.
El Capitolio, el Big Ben, el Cristo Redentor
será nidos que incubarán monstruos innominados.

Y volverán a ser crueles
y volverán a ser altivos
y volverán a morder los huesos del futuro
y después de haber devorado el Mundo
descansarán al sol
hasta ver nacer a los nuevos mamíferos.


Poesía. Verás a los hombres

Verás a los hombres sobre la Tierra
fornicar y multiplicarse,
los verás sobre los puentes que tienden sobre los ríos
rezando, implorando, esperando
que baje Dios del cielo a tomarse una cerveza 
con el desgraciado de turno.

Los verás vestidos de traje y corbata,
almidonando el orgullo de ser la cima de la cadena alimenticia.
Los verás llenar con palabras el Mundo,
las palabras con significados,
los significados con conceptos
y los conceptos desnudos de Mundo.

Los verás masacrarse humanitariamente,
despilfarrar eficientemente,
administrar la libertad
y afirmar a Dios para anularlo.

Viéndolos sobre la Tierra,
(bajo ella y sobre ella)
más valdría preguntarse
¿por qué se extinguió el Neanderthal?

Poesía. El Dios de Berkeley

Las revoluciones de los cuerpos celestes,
la pena del hombre pobre,
el ejército de mujeres que recorre las calles buscando clientes
y sus clientes,
el Niño, la Niña y la corriente de Humboldt,
tú y yo mientras nos masturbamos,
tú —yo no— cuando le das una moneda al mendigo,
el mendigo cuando se compra un vino,
el cartón de vino en la basura,
los niños que buscan juguetes en la basura,
pero solo encuentran cartones de vino.

Todo esto
y todo lo demás
lo ha visto y lo ve el Dios de Berkeley.

Poesía. Hoy fue un buen día

Hoy fue un buen día.
La irregularidad de la temperatura de la ducha
no me desanimó,
el desayuno frío y solitario tampoco,
todas las mierdas del centro
y sus tribunales 
tampoco.

Hoy fue un buen día
porque me di el gusto
de transitar 40 minutos sentado
en la micro
leyendo Bukowski
mientras una vieja de mierda
empujaba su abdomen correoso contra mí, 
mientras tosía,
mientras escupía,
mientras se moría de la vida frente a mí. 

Lamenté haber llegado a mi destino.
Solo espero que la vieja de mierda
haya elaborado mentalmente
una novela mejor que Cartero.

Poesía. Hora punta

Te obligan a ajustar tu reloj biológico según la televisión.
Te dice que planifiques tu viaje, 
levantarse hora y media antes
es un sacrificio aceptable
para que el país funcione,
para que las instituciones funcionen.

Pero no te preocupes, 
pronto te acostumbrarás
al traqueteo cansino de los carros,
a las miradas derrotadas, 
a las cabezas gachas,
a las manos callosas
y las suelas gastadas. 

En efecto,
te acostumbras.

Te acostumbras
al hereditario peso de la noche
que te jala como la gravedad
al quintil al que perteneces. 

Poesía. La arcaica interferencia

La arcaica interferencia se derrama de la ventana hacia afuera.
No puedo dormir, como siempre.
No puedo pensar, como siempre.
Apenas puedo escribir.

Me encierro en mí mismo,
cediendo puerta por puerta
al divino invasor.

Odiseo mismo no se hubiese atrevido,
yo menos.
¿Cómo será cuando sea adulto?
Quiero decir verdaderamente adulto,
cuando el pan sea sudor y lágrimas.
No quiero dormir, como nunca.
No quiero pensar, como nunca. 
Quiero escribir. 
Pero, por sobre todo, no quiero salir.

Hoy han dicho en la tele
que en cada esquina está,
que nadie le ignora,
que la ciudad está muda, 
que el país está sordo.
Solo se oye la interferencia, 
el mundo se cae a pedazos.

Hoy han dicho en al tele
que los suicidas han abrazado la vida
esperando un mañana en el que quizá sean noticia,
que los esposos se han dado una tregua
de tanta indiferencia convencional,
que el policía —solo por hoy—
es un amigo en nuestro camino.

Mañana hablarán sus adherentes y detractores.
Los unos dirán que es necesaria e inevitable,
que nos reúne con los nuestros
y nos aleja de los otros.

Los otros dirán que si nos une o nos separa
es contra nuestra voluntad,
que los nuestros no son los mejores
y los otros tampoco son los peores.

La contienda es desigual e insoluble.
Lo único seguro es que también es eterna
y fatal.

La fauna se contrae.
La flora es carnaval.
La Humanidad espera.
Así espero yo también,
escribiendo como poeta de copa y sofá.

Soneto 9. No contenta ni todo un hemisferio

No contenta ni todo un hemisferio
a quien apenas salido del huevo
quiere ser de laureados relevo,
fantaseando puro descriterio.

Napoleón formó figas imperio,
César se adueñó de otro más longevo,
Genghis Khan del mayor del medioevo,
Cristo de la fe reveló el misterio.

Poseyeron todos genio notable, 
trájoles de galardones llenarse,
mas padecieron final nada amable.

En la propia vida y ser afanarse:
virtud, familia, honor, hacienda estable
son también méritos de celebrarse.

Soneto 3. Fue mi abuela María Magdalena

Fue mi abuela María Magdalena
mujer de carácter, piadosa madre,
fiel, riente, de dulce amor harto plena
que ya duerme a la diestra de Dios padre.

Al sol por hijos y nietos pidió, 
en penumbras mantuvo indemne el rostro,
por noble condición no dividió
el cariño que al azar plantó arrostro.

Jamás igualada gentil matriarca
todavía los Solís te extrañamos,
más prolífica que un Petrarca, 
por primera y mejor no te olvidamos.

Falta que me hace —sobra explicación—.
Fue mi Lela persona de excepción.

Soneto 8. Alejados rincones visitar

Alejados rincones visitar
de la Tierra muy costosa afición 
de algunos, que con creciente fruición
observan su pasaporte timbrar.

Países del mapamundi marcar
con agujas faltas de precisión
vale de superior coronación 
si toman por lo mejor el viajar.

Nueva York, Machu Picchu, Barcelona,
el asiático sudeste también
caen todo presas de esta buscona.

En cambio, otros no requieren vaivén, 
tumbados felices en la poltrona
hallan en la quietud total edén. 

Soneto 13. Esta mañana he visto un colibrí

Para arriba y para abajo corrí,
otro días gris en la ciudad,
mas encontré en la rutina piedad
porque hoy he visto un colibrí.

La naturaleza redescubrí,
— más alegría menos gravedad—
un minuto de afable ociosidad.
Esta mañana he visto un colibrí.

Del Polo Norte a la Tierra del Fuego,
doquiera en el mundo llamado "nuevo"
te sorprende el picaflor con su juego.

Desde ahora el total solaz promuevo,
recreo, templanza, placer, sosiego:
dicha volátil nacida de un huevo.

viernes, 17 de julio de 2020

Poesía. Quisiera que Dios bajara del cielo

Quisiera que Dios bajara del cielo
y me llamara por nombre y apellido
y me juzgara, ya digno ya impío,
pero que me juzgara indeleblemente,
definitivamente.

Que, en palabras no pronunciadas,
dictara una inapelable sentencia,
en cuya resolución me mirase 
como en un espejo de agua
y así conociera, por medio del eco silencioso,
todo aquello que siempre he ignorado
y la prosaica sucesión 
de causas y efectos
que han producido el yo que escribe estas líneas
cobrase un sentido inmanente e ineludible,
fuera éste grandioso o humilde.

Desconozco si acaso este anhelo de predestinación
es, en sí mismo, el germen de su propia demostración
o si, por el contrario,
todo destino —en estricto sentido— es refutado 
por el hecho de formular siquiera esta súplica pagana.

Pero abrazar esta duda
y recorrer este camino incierto
es el ciclo predecible que repito 
cada vez que elevo mi plegaria incontestada:
quisiera que Dios bajara del cielo.

domingo, 28 de junio de 2020

Poesía. No pasará el tiempo en vano

No pasará el tiempo en vano
si cuando te fui a buscar
ya te habías ido.

No pasará el tiempo en vano
si cuando te comencé a extrañar 
hace tiempo te habías ido.

El mismo tempo que me vio perder el tiempo
ahora me ve buscar en parques atiborrados
e interrogar inclementes avenidas
por señas de una presa que ya no está
donde la dejé, donde suponía que habitaría por siempre
y por siempre jamás la perdí de vista,
como un perro pierde la pelota que persigue,
en el mismo parque atiborrado,
rodeado de las mismas inclementes avenidas,
inconsciente de su torpeza.

La capital torpeza de una tarde cualquiera
creer —verdaderamente— que se trata
de una tarde cualquiera
que podrá ser enmendada
en las sucesivas tardes
sucedidas sobre las mismas inclementes avenidas.

Y así, dejar pasar las tardes fatales
que no habrán de volver en renovado ciclo
ni bajo el mismo tiempo
ni sobre el mismo espacio.

miércoles, 24 de junio de 2020

Poesía. Si un solo deseo me fuera concedido

Si un solo deseo me fuera concedido
habría de vivir nuevamente la vida ya vivida,
no la misma exacta y minuciosa
sino una renovada versión
en que la Fortuna me prodigase la misma cuna
y la Naturaleza el mismo ser, 
pero que, por el nuevo intento concedido,
pudiera ser expiada de los viejos pecados
y poblada quizá de otros nuevos.

Habría de ser yo entonces un nuevo yo
y en cada rostro familiar volvería a ver
por vez primera un rostro extraño
y volvería a mirar los mismos cielos cargados
con renovado y ajeno asombro,
que podría volver a ser el comienzo de todo —o de nada—
o bien podría ni siquiera alzar la frente interrogante
y mantener una marcha marcial
(acaso ingenuamente seguro de mis nuevas posibilidades)
por las mundanas encrucijadas
que años más tarde 
—al yo que entonces fui—
habrían de parecer alegres ensayos de un yo futuro, 
secretamente profetizado.
Años más tarde,
—a este yo que soy ahora,
que no es aquel que fue profetizado—
las mismas encrucijadas
habrán de parecer absolutas y fatales,
ya más agrias que dulces.

Y así, por medio de este proceso impío
volver a volver y en perpetuo ensayo
ser los muchos yo que podría —que debí— haber sido. 

¿Contentarán las infinitas permutaciones
de un mismo yo, sometido a iguales circunstancias,
al yo del lunes, 
a quien este anhelo y este poema
le parecerán una melancólica pérdida de tiempo?

lunes, 4 de mayo de 2020

Soneto 31. Perdón si aburro, pero me duele una

Perdón si aburro, pero me duele una
pierna, en concreto la izquierda. Parece
burda, concedo, esta emoción que acuna
mi cabeza. Inclusive comparece
en mi contra, apostada en su tribuna,
la habitual voz censora que entumece
corazón, lengua y pluma. Me importuna
con duras acusaciones y acrece
mi dolor, añadiendo la vergüenza
de padecerlo. De egoísta y penoso
me tilda y peores insultos trenza.
Contesto: ¿qué demiurgo minucioso
el arte reglará dónde comienza
si doliente he de crear, ya lloroso?

miércoles, 29 de abril de 2020

Poesía. Agenda

30 de enero: nombrar Canciller a Adolfo.
2 de febrero: ganar la batalla.
15 de marzo: matar a Julio.
21 de abril: fundar Roma.
23 de abril: matar la cultura.
4 de mayo: votar por la Dama de Hierro (ver 22 de junio).
20 de junio: será una larga noche.
22 junio: hacer el gol con la mano.
4 de julio: declarar la independencia.
14 julio: tomar la Bastilla.
20 de julio: llegar a la Luna (pendiente).
Agosto: gatos, los odio.
1 de septiembre: invadir Polonia (ver 30 de enero).
11 de septiembre: bombardear la Moneda derribar las Torres.
18 de septiembre: tomar.
19 de septiembre: pasar revista a las tropas tomar.
20 de septiembre: ¿?
12 de octubre: llegar a la India (confirmar).
21 de diciembre: será un largo día.
25 de diciembre: abrir regalos.
31 de diciembre: abrazos, tomar, abrazos, tomar, etc.

Poesía. Botellas vacías

En la mañana hay una ciudad,
en la ciudad hay una calle,
en esa calle un edificio,
en el edificio un departamento,
en él una mesa y
sobre la mesa botellas,
botellas vacías.

No siempre estuvieron vacías aquellas botellas.
Hasta hace poco gozaban de buena salud,
rellenas con litro y medio de la sangre de Cristo.
Algunas siguen altivas de pie,
otras descansan recostadas,
exánimes después del amor.

La menos afortunada murió en un choque,
por infringir las leyes de Newton.
No otorgó testamento, 
pero por política del departamento 
será arrojada a la fosa común, como todas.
Se decretó duelo nacional, 
toda celebración fue suspendida 
por un par de minutos.

En vida la primera fue indiferente y sensual,
la segunda intelectual y profunda,
la tercera silenciosa,
de la cuarta no me acuerdo.

¿Cómo se sentirán cuando están conmigo?
Yo en su compañía soy un poco más yo:
la comedia fluye bulliciosa,
el fuero interno se desafuera
y la mala suerte me permite bailar solo esta pieza.

A veces pienso que son mis compañeras,
que somos un equipo,
que salimos a la cancha a ganar,
pero al final de la temporada 
la tabla de posiciones me desmiente categóricamente.

También las he tomado por consejeras,
pero aún no descifro en qué materia serán sabias.
Mala consejera es la botella reza el viejo adagio,
para otra cosa servirán.

Ora creo que son mis enemigas,
me prometo derrotarlas,
que la próxima batalla será mía
y sigo perdiendo la guerra.

Pero la verdad es que son frías y transparentes
y especialmente vacías.

La verdad es que ni piensan ni sienten,
pues solo son botellas,
botellas vacías.

Poesía. Contabilidad para mayo

Un 8 te gané,
un 13 te perdí,
que suman 21,
la edad que cumpliste entre mis brazos.

Dígitos que suman 3,
las veces que me dejaste.
1, la vez que yo te dejé,
que suman 4.

4, un número en el que te tuve muchas veces,
que me recuerda el 69,
pero prefiero los pares.
6 + 9= 15, la edad en la conocí el amor,
pero no el tuyo,
y también impar.

¿Mayo de mayonesa?,
¿mayo de Marjorie?,
¿de Margarita?
Mejor remitirse a los números.

Mayo, el 5º mes del calendario,
como también la 5ª fue la vencida contigo.
5 es también el día de mi cumpleaños, 5 del 1.
5 - 1… lo que me devuelve al 4.

Mejor 5 + 1 = 6,
los meses que te quise sin tenerte.
2, los meses que me tuviste sin quererme.
6 - 2… nuevamente el 4.

Para dejar de recordar el 4,
19, tu edad cuando te conocí.
Ya por entonces te sabías bien las tablas.

Menos mal no soy contador,
porque aquí termino mis cuentas,
que no son eternas,
porque comienzan un 8 y terminan un 13 de mayo.

martes, 28 de abril de 2020

Soneto 30. Algo simple me propuse escribir

Algo simple me propuse escribir
para el hartazgo de mi propio peso
muerto por un rato matar. Confieso
que más de lo usual ha tomado fluir
con lápiz y papel. Será que el hueso
se resiente, pues permití subir
diez kilos a mis carnes. Por decir
lo menos: hasta el juicio tengo tieso.
A las rimas, que fáciles no son
de componer, culpo. Mientras escarbo
mi sesera ansioso, la inspiración
me rehuye y desdoroso desgarbo
cometo cuando la cocina con 
hambre de pan, no de rimas, adarvo.

Poesía. Mi Prometeo

Yo oí el cielo rugir y vi el rayo caer,
los nubarrones bullentes planeaban
sobre las palmeras y los chasis ya crepitaban tímidamente.

Y entonces el trueno encabritó la obra del hombre,
relinchó y dio coces por la plaza.
Un coro electrónico de alarmas 
repetitivas disonaron desfasadas 
barriendo con los transeúntes, 
como hormigas desbandadas bajo la lupa escrutadora
de un niño —que bien podría ser Dios—.

Y ese Dios —que era un niño— atravesó 
el cielo denso con la lupa 
escrutadora de la omnisciencia 
y sobre este otro niño su capricho posó
y sentenció: tú temerás.

Cruento, pero impecable,
fue este primer mandamiento
e imponente, a ojos de un niño,
la tempestad bautismal.

Era el mundo en bruto, nada más que el mundo,
que tomaba por asalto un alma nueva.

Ráfagas enfurecidas torcían el tiempo y el espacio
dentro de esa cabecita,
cuyo cortocircuito obligó a la mano
—la diminuta mano de un niño—
a contraerse sobre la mano maternal que lo aferraba.

Es solo un temporal, perfectamente natural.

Iones y electrones
y otras maravillas desfilaron 
por vez primera
ante el entendimiento incipiente
de este niño temeroso,
que dejó de temer.

Y desde entonces mi Prometeo tiene rostro de mujer.