jueves, 22 de agosto de 2019

Soneto 15. Mi primera cana, tanto esperada

Mi primera cana, tanto esperada,
apareció más tarde que temprano,
después del invierno antes del verano
la descubrí entre mi barba mermada.
Temía en la melena abigarrada
el execrado prodigio mundano
encontrarme, como cualquier fulano,
según la vieja usanza acostumbrada.
Ni correspondido el primer amor,
ni provechoso el primer sacrificio,
ni cerca estoy de burgués o doctor.
¿Es raro, pues, que el hado crediticio
lo inaudito me haga merecedor
por negarme un rumbo acomodaticio?

Soneto 21. Mi pena se fue

Mirando por la ventana la luna,
desde mi poltrona me lamentaba
que para mis lamentos no encontraba
ni sedante ni salida ninguna;
cruenta me parecía mi fortuna,
mundana dolencia me atormentaba,
insoluble por mucho que pensaba,
retenía mi dicha inoportuna.

Contra la natura mi pensamiento
volviose: clamé al cielo por reposo,
mientras apretaba el puño dudoso
contra el pecho exclamé el incierto intento
para, por siempre, proscribir la pena
y habitarme perenne la cachaza,
que la ingrata oscuridad despedaza,
dando presto término a mi condena.

El Dios de las cosas pequeñas oye,
dictamina insondable por doquiera.
Si sobre una roca o un punto cualquiera
se posa no hay potencia que no arrolle.

Y hubo de concretarse cabalmente
mi anhelo, pero no fue inocuo porque
Dios me advirtió: "recibe uno lo que
otro da, así será invariablemente".

Hoy veo por la ventana la luna,
desde la misma poltrona lamento
que, para peor desdicha, no encuentro
mi antigua tristeza por parte alguna.
No más para mí la noche lobuna,
el usado y flagelante contento
me huye. Tampoco el viejo aislamiento
me restituye la chispa importuna.
Ahora el mar es tan solo una masa
de líquido móvil, salado y denso;
del universo siquiera lo extenso
percibo, mi curiosidad no abrasa.
Por el mundo errando busco mis penas,
busco la sangre faltante en mis venas.

Soneto 29. Hoy me liberé de toda molestia

Hoy me liberé de toda molestia
que turbase mi sagrado reposo
y sorteando trance doloroso
a salvo lo puse de la ira, bestia
impía, que suprime la modestia
de saberse un siempre pecaminoso
hombre cualquiera, simple y temeroso.
Cometen embarazosa inmodestia
quienes de la vida esperan aquello
cuyo precio pagar nunca pretenden,
mas, sin percatarse, la soga al cuello
se colocan y sus cabezas penden 
del cadalso por perderse el destello:
no está fuera de sí el mal al que tienden. 

domingo, 11 de agosto de 2019

Poesía. No será mía tu belleza

No será mía tu belleza,
no será mía tu cabellera rubia,
no correrá hacía mí el traqueteo de tus tacones impacientes
ni se quebrantará tu cortesía en mi presencia.
No pertenece a mi tiempo ni a mi espacio 
la ligereza de tu alma perecedera
ni tu voz terrosa y grave
y tu vocación cosmopolita
no se contentará con mis noches de insomnio.

Y así, toda tú me hieres
como una lejana idea
oriunda del siglo antepasado,
que generaciones de mis ancestros 
apenas han sospechado:
     la mayoría olímpicamente ignorado,
     algunos vanamente anhelado,
     los pocos afanosamente perseguido
     y uno —quizá uno— con ella coqueteado.

Así sea o no, 
no más ni menos puedo esperar
de este Siglo XXI,
pródigo en dulces extrañamientos,
porque a otros hombres de mejor condición y destinos más negros 
les debo el Mundo que llevas contigo en cada contoneo
—y que contiene el aliento a tu paso—,
en cada ir y venir,
en cada dar y quitar.

Pero ¿quién es acreedor y quién deudor?
Si la vida de nadie es un camino de rosas
no seré yo quien cuente tus espinas
porque a otros hombres, 
de este Siglo XXI
—que prorrogará su histórica deuda—...
a otros hombres de mejor condición 
y destinos más grises te debes,
al igual que ese Mundo que llevas contigo en cada contoneo
—y que contiene el aliento a tu paso—,
en cada ir y venir,
en cada dar y quitar...