lunes, 10 de junio de 2019

Poesía. Inteligente, guapo y generoso

Entre tanta gente ella me vio,
me sonrió y me dijo:
Quiero conocerte.
Yo no comprendí, pero estuve de acuerdo.
Mientras tanto
el verano se enfriaba tras cada nuevo día
hasta que me dijo:

Te he visto leyendo muchos libros,
eres inteligente,
la gente inteligente lee libros.

Yo asentí:
soy inteligente, porque leo libros.

Noto que siempre vas bien afeitado,
eres guapo,
los hombres guapos van afeitados.

Yo asentí:
soy guapo, porque voy afeitado.
Siempre pagas tú,
eres generoso,
la gente buena es generosa.

Yo asentí:
soy bueno, porque soy generoso.
Inteligente, guapo y generoso,
sonaba bien, me gustaba ser así.
Ella me había descubierto.
Te amo.
Yo también te amo, porque eres
inteligente, guapo y generoso.
Un día cualquiera
no tuve dinero para ser generoso
ni tiempo de afeitarme
ni ánimo para leer.
Pero no importaba ya el dinero, las navajas ni los libros,
entonces importaba ella.
Te amo.
Ya no te amo, ya no eres
inteligente, guapo y generoso.
nunca lo fuiste,
en realidad eres estúpido, feo y mezquino.
Me engañaste,
te odio.

Ahora estoy solo
sigo leyendo libros,
sigo yendo afeitado
y no he dejado de pagar.
Pero ya no soy inteligente, guapo ni generoso,
nunca lo fui.
Yo la engañé.

Ahora soy solo yo.

Poesía. Animales venidos a más

Los monolitos de Göbelki Tepe y sus efigies mitad hombres
mitad animales, cuyo ceño impasible escruta el interior
—siempre el interior—
de recámaras circulares dentro de recámaras circulares 
consagradas a dioses occisos hace 10.000 años,
se cuelan de contrabando en los libros de texto 
protagonizados por César, Napoleón y Hitler 
y salpicados de 1215, 1492 y 1914 
que bien podrían ser la contraseña de mi tarjeta de crédito—
y otros tantos nombres y fechas
que son tan solo eso: nombres y fechas.

Tamborilean como lluvia sobre las mentes 
los índices de inflación, de producción,
de desocupación, los climogramas y las fronteras
saturan el espacio craneal que yace aún
entre el balbuceo simiesco 
los fundamentos de toda futura metafísica
de animales venidos a más
millones de animales venidos a más
varios miles de millones.

Pero... ¿qué me importa a mí el Cromañón y el poblamiento americano,
la Guerra de Arauco y los gobiernos radicales?
Falaz e incompleta cadena, apenas postulada,
de vagas causas y efectos inanes
que poco y nada puede
ante la Historia real de los hombres y su geológico tedio, 
ante los rostros arabescos recortados en las líneas de mi armario,
ante la vez que le grité a mi mujer por hambre (ni amor ni odio),
ante la rodilla que me duele al bajar más de 5 peldaños.

Muchas veces lo he intentado
y continúo enfermo de optimismo
—¡no crean que no!—
pero, volviendo al tema disertado:
¿de qué sirve la Historia, si no es para que vida y muerte mejoren?
¿de qué sirve si no colectará las penas de mi vieja que se muere?

La vanidad preña violadora y diligentemente todo afán
de quienes, como tú, yo y el Cromañón,
no somos sino animales venidos a más.