Pides, otoño, olvidar el verano,
ignorar las gaviotas y los mares,
dejar de la guitarra los cantares,
del agua sabor a sal cotidiano,
el ir pavoneando de paisano
archivar, igual que salir de bares,
del torso de la amada los lunares,
el destellar de rubio veneciano,
de cada día su especial longura,
donde risa y solaz hallan la sede,
y el penetrante olor de la fritura.
Otoño, tal exigencia transgrede
mi razón, que decreta mi locura:
¡tres meses al año soñar se puede!
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