miércoles, 28 de noviembre de 2018

9.4. Las enseñanzas del Maestro: nada hay más valioso que el tiempo

Quiso un día el Maestro poner a prueba a sus discípulos, tras explicarles la profunda significación ética del antiguo aforismo de que nada hay más valioso que el tiempo, para verificar si habían comprendido cabalmente la enseñanza. Para ello escogió al azar a tres de sus alumnos, Páster, Tátor y Evilio, y les fijó plazo de un mes para que expusieran ante el cenáculo una demostración práctica de tal verdad.

Expirado el plazo los acólitos rindieron cuenta de su iluminadora tarea, narrando qué habían hecho durante ese tiempo, del siguiente modo.

En primer lugar Páster relató que había comprado un par de muletas para hacerse pasar por un lisiado con el objeto de pedir limosna. Tuvo un saldo a favor de una moneda de oro.

En segundo lugar Tátor relató que había comprado cueros y un equipo de talabartería con el objeto de fabricar zapatos para venderlos. Tuvo un saldo a favor de diez monedas de oro.

Por último Evilio relató que le había prestado a Páster y Tátor el dinero necesario para emprender sus proyectos, al plazo de un mes y con interés corriente. Tuvo un saldo a favor de veinte monedas de oro.

Y todos celebraron a Evilio como el vencedor de la competencia. 

martes, 27 de noviembre de 2018

9.3. Las enseñanzas del Maestro: la importancia del propósito

Caminaba el Maestro con su puñado de discípulos en torno, quienes atentísimos oían la lección del día. Esta vez trataba ni más ni menos de la importancia capital de que cada hombre, para sí y los demás, siguiera firmemente un propósito superior que sirviera de motor de su vida, medida de su grandeza y pasaporte a su posteridad. 

Muchas palabras y gestos empleó el Maestro para, por medio de exquisitas parábolas, encender la luz en el entendimiento de sus discípulos sobre tan esencial materia. Pero todo el esfuerzo fue en vano, pues sus acólitos apenas atinaban a rascarse la cabeza y balbucear que derechamente no acaban de comprender. 

Al poco andar vieron que, a un lado del camino, se encontraban tres hombres trabajando en una obra y quiso entonces el Maestro aprovechar la ocasión para dar a entender su enseñanza de un modo práctico. 

Se acercó al primer hombre, el más desganado de todos, cuyos ladrillos ni siquiera cuadraban unos sobre otros.

—¿Qué haces, buen hombre? —preguntó afablemente el Maestro.
—Pongo ladrillo sobre ladrillo —respondió ofuscadamente el primer hombre.

Luego se acercó al segundo hombre, quien trabajaba mejor que el anterior pero de manera lenta y anodina.

—¿Qué haces, buen hombre? —volvió preguntar afablemente el Maestro.
—Construyo una muralla —respondió el segundo hombre entre bostezos.

Por último se acercó al tercer hombre, quien trabajaba enérgica y excelsamente.

—¿Qué haces, buen hombre? —preguntó el Maestro más afablemente que nunca.
—Construyo un cierre perimetral para proteger las plantaciones de naranjos del patrón, ya que los pobres de los alrededores suelen robar naranjas —respondió sonriente el tercer hombre.
—Noto que trabajas denodada y felizmente, mucho más y mejor que tus compañeros, ¿puedo preguntar la razón? —retrucó el Maestro. 
—Soy el más pobre de los tres —finalizó el tercer hombre y retomó alegremente sus labores.  

9.2. Las enseñanzas del Maestro: toda vida es valiosa

Quiso un día el Maestro aprovechar la calidez de la tarde para dictar lección a sus discípulos mientras caminaban descalzos por la playa. Insuflaba, con sabias palabras, los pechos de sus alumnos para enseñarles, por medio de ingeniosas analogías, el sagrado precepto de que toda vida es inconmensurablemente valiosa. 

Así preguntaba el Maestro a sus discípulos si acaso no arriesgarían la propia vida para socorrer a otro de un grave peligro, luego inquiría si lo harían también por un caballo, un perro, una rata, etc. A cada pregunta los seguidores, exultantes de concienzuda piedad, contestaban con un rotundo sí. 

Entonces notaron que a sus pies había un pequeño escarabajo tendido boca arriba sobre la arena. Bajo el sol abrasador retorcía frenéticamente sus patas y se meneaba tratando de retomar pie. Observaron esperanzados al escarabajo por unos minutos, pero por mucho que intentaba no conseguía voltearse.

—Esta es una inmejorable ocasión para que nos predique con el ejemplo, Maestro —lanzó Evilio, cuya propuesta encontró la acogida de sus condiscípulos. 

Así lo hizo el Maestro y el escarabajo prosiguió su camino. 

Ni bien dieron un paso notaron que había un nuevo escarabajo en la misma situación. 

—Hoy es un día bienaventurado, Maestro, tenemos una segunda oportunidad para verle en acción —apuntó de inmediato Evilio.

Así lo hizo el Maestro nuevamente y el segundo escarabajo retomó su rumbo. 

Emprendieron nuevamente la marcha tan solo para ver a un tercer escarabajo padeciendo igual suplicio. 

—Realmente el Altísimo está con nosotros hoy: ¡una tercera oportunidad! —se apresuró a declarar Evilio. 

Así lo hizo el Maestro por tercera vez y el tercer escarabajo continuó su senda. Tras ver al insecto alejarse alzaron la vista y se percataron de que los kilómetros de arenas pardas que frente a ellos se extendían estaban salpicados de miles, quizá millones, de escarabajos volteados boca arriba.   

—Imagino, Maestro, que no dejará a los pobres escarabajos a su suerte —deslizó ladinamente Evilio—, no olvide que toda vida es inconmensurablemente valiosa.
—Por cierto que no serán librados a su suerte, mi querido Evilio —retrucó sardónicamente el Maestro—, pero sería egoista de mi parte acaparar todos los actos benéficos, acumulando bondad como si fuera oro, por tanto os cedo el honor a vosotros. Ya sabéis cómo hacerlo. 

Así lo hicieron los discípulos y tardaron varios días en voltear boca abajo a todos los escarabajos de la playa. 

9.1. Las enseñanzas del Maestro: lección de botánica

Bajo una tarde bruñida por un sol cobrizo convocó el Maestro a sus discípulos, sobre un pequeño promontorio cubierto de hierba, para dictarles otro de sus iluminadores sermones.

El Maestro tomó asiento en la cima del promontorio y arrancó del verde tapiz una flor. Prendida entre sus dedos índice y pulgar la alzó ante sus discípulos y así les habló:

—¿Qué es esto? —inquirió el Maestro mientras miraba absorto la flor.
—Una flor, Maestro —se apresuró a responder Cartes, el seguidor más joven.
—Imbécil —replicó el Maestro.

Tan sólo una levísima y contenida risa resquebrajó el sepulcral silencio que la réplica del Maestro había impuesto. No pasó inadvertido que aquella risa provenía de Larino, el acólito más anciano, quien calló de inmediato al percatarse de las miradas reprobatorias de sus condiscípulos. Pero el Maestro se puso de pie, caminó hasta él y así declaró ante todos:

—Esta lección se la he dado a Larino y sólo a él —concluyó el Maestro mientras le regalaba la flor.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Soneto 4. Feliz es el sueño que le procura

Feliz es el sueño que le procura
al soñador día bien empleado,
aunque acabe por poco apaleado,
pues le salva de toda abatidura.

La recta y prudente conciencia cura
del caminante el soñar malhadado,
no le representa desventurado,
en cambio le desata su atadura.

Discurre entre bostezos de esta suerte
quien trabaja sin temerle a la muerte
y vive sin prisa ni pausa alguna:

sosiego nulo, calma insuficiente
contentan la voluntad vehemente
si frustraciones alberga ninguna.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Soneto 16. Refunfuñan contra la arqueología

Refunfuñan contra la arqueología
aún los adoquines, las farolas,
plazoletas vetustas de escayolas
de olvidados hombres de poesía.

Los sábados música suspendía
de organillo las siestas españolas,
mientras en viejos bares las rocolas
todavía conservan armonía.

¿Qué renegado pensaría en huir,
cuando viudas de héroes, suspirando,
invitan al oriundo a no salir?

Confuso, contra el presente luchando,
yo, que por la mañana me quiero ir,
por la noche siempre me voy quedando.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Soneto 18. Sea del Hombre el don de la memoria

Sea del Hombre el don de la memoria,
pues de pasados milenios cantamos,
¡guíenos el Altísimo!, rogamos,
para darle a tal verdad mayor gloria.

Pesante y sinuosa es la trayectoria
de la Humanidad, creada por amos
crueles, monstruosos, viles. ¡Repudiamos
furiosos a la Araña vejatoria!

Del Tiempo del Cautiverio el relato
este trata, del humano lagar
donde medró el innombrable maltrato.

Mas quiso el Hacedor iluminar,
insuflando en el Pionero el mandato:
del Hombre es deber jamás olvidar.