sábado, 15 de agosto de 2020

Poesía. Que alguien me jure que este es mi destino


Que alguien me jure que este 

-y no otro cualquiera-

es mi destino,

que estos días y estas noches

son parte de algún plan insondable,

cuyo sentido habré de percibir algún día. 


Quizá recién en el lecho de mi muerte

habré de percibir, al fin y al cabo,

mi mortal ciclo en este mundo,

desde su comienzo a su fin,

y en cada esquina, bien o mal torcida,

encontraré una divina y piadosa sonrisa

anunciadora de la pequeña felicidad

de volver, una vez más, a torcer, bien o mal, 

sobre las mismas esquinas 

la dirección de mis andanzas juveniles

y no tan juveniles errores y arrepentimientos.


Soñaría entonces enmendarlos

si el mismo Dios que me ha condenado

me señalara exactamente cuáles son

y cómo pude cometerlos. 


Pero el Dios invocado es el torcedor de las esquinas,

interrogadas inocentemente tantas veces,

y no perdona a quien ha recorrido, 

una y otra vez, 

aquellas calles oblicuas, 

sobre las que se ha vuelto hombre,

dichoso y pecador.

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