de él justamente por procurarse uno
más seguro y pingüe que aquel ninguno
que ahora le consume, desfallece
porque sí y porque no también padece
de cuando en cuando y hasta el desayuno
se salta a veces por estar de alguno
u otro predicamento imbuido, crece
en él devoradora la ansiedad
de no hallar por propio seso y esfuerzo
un golpe de providencial piedad
—desespera y clama por refuerzo—
y cavila en qué gran necesidad
cae quien quiere ganarse el almuerzo.
Este se siente en los huesos.
ResponderEliminarPor fortuna tu disfrute de este soneto es meramente transitorio.
Eliminar