miércoles, 7 de abril de 2021

Poesía. Plegaria de un niño

 
God, grant me the serenity to accept the things I cannot change,
courage to change the things I can,
and wisdom to know the difference.
 
 
Fui un niño afortunado.
 
Fui recibido como una esperada llovizna de verano,
plurales y amorosas manos mecieron mi vigilia y mi sueño caprichoso.
 
La generación que irrumpía en la familia
se mostró desde el comienzo vivaz y precoz,
prolongando los ensueños de ennoblecimiento,
por oficio de las letras,
de las anteriores.
 
Tanto se me dio y tanto de mi se esperó
(hoy lo comprendo)
que nada nunca me faltó.
 
Tanto el mundo me dio
que ni un pequeño milagro me fue negado.
 
courage to change the things I can,
 
Arriba en el ropero
el deseado objeto,
no más que un tuto raído
(única codicia del infante que fui),
inerte acumulaba su energía potencial,
puesto lejos de mí por alguna fuerza
entonces fuera de mi comprensión.
 
La diminuta silla azul de juguete no permitía
la menor esperanza de cogerlo.
 
Devotamente lo contemplaba
para renovar la fe de vencer y para mí capturarlo al fin.
La pequeña pero ilimitada fe
de que es capaz una criatura
aún no contaminada por tiempo ni espacio.
 
El tiempo: verano de 1993.
El espacio: calle Pedro León Gallo, comuna de Providencia.
 
Contemplaba entonces al mundo directamente
y sobre él me arrojaba para devorarlo
y en renovado intento tampoco lograba subir hasta el tuto.
 
God, grant me the serenity to accept the things I cannot change,
 
Barrunté entonces, a tan temprana edad,
la serena resignación que los santos antiguos predicaron.
 
La silla quedó abandonada
y mis pocos kilogramos de masa
en el centro de la habitación,
lejos del ropero,
lejos del tuto,
en la pose de la flor de loto
(propia del budista que pude ser y no fui)
inspiraban y expiraban
matando el deseo,
intentando absortamente matar el deseo.
 
and wisdom to know the difference.
 
Pero el deseo no se dejó matar
y un milagro obró
que cayó como cae una esperada llovizna de verano.
 
Cayó en línea recta,
con antinatural naturalidad,
desde 2,2 metros de altura
a 2 metros de distancia,
en un ángulo de 45 grados,
directamente contra mi cara.
Amorosos entretejidos de lana se mecieron contra mi ser caprichoso.
 
Soy un hombre afortunado: creo en milagros.

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