jueves, 22 de agosto de 2019

Soneto 21. Mi pena se fue

Mirando por la ventana la luna,
desde mi poltrona me lamentaba
que para mis lamentos no encontraba
ni sedante ni salida ninguna;
cruenta me parecía mi fortuna,
mundana dolencia me atormentaba,
insoluble por mucho que pensaba,
retenía mi dicha inoportuna.

Contra la natura mi pensamiento
volviose: clamé al cielo por reposo,
mientras apretaba el puño dudoso
contra el pecho exclamé el incierto intento
para, por siempre, proscribir la pena
y habitarme perenne la cachaza,
que la ingrata oscuridad despedaza,
dando presto término a mi condena.

El Dios de las cosas pequeñas oye,
dictamina insondable por doquiera.
Si sobre una roca o un punto cualquiera
se posa no hay potencia que no arrolle.

Y hubo de concretarse cabalmente
mi anhelo, pero no fue inocuo porque
Dios me advirtió: "recibe uno lo que
otro da, así será invariablemente".

Hoy veo por la ventana la luna,
desde la misma poltrona lamento
que, para peor desdicha, no encuentro
mi antigua tristeza por parte alguna.
No más para mí la noche lobuna,
el usado y flagelante contento
me huye. Tampoco el viejo aislamiento
me restituye la chispa importuna.
Ahora el mar es tan solo una masa
de líquido móvil, salado y denso;
del universo siquiera lo extenso
percibo, mi curiosidad no abrasa.
Por el mundo errando busco mis penas,
busco la sangre faltante en mis venas.

1 comentario:

  1. Me encantó este soneto, las últimas líneas son potentes, "por el mundo errando busco mis penas, busco la sangre faltante en mis venas".

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