Mi primera cana, tanto esperada,
apareció más tarde que temprano,
después del invierno antes del verano
la descubrí entre mi barba mermada.
Temía en la melena abigarrada
el execrado prodigio mundano
encontrarme, como cualquier fulano,
según la vieja usanza acostumbrada.
Ni correspondido el primer amor,
ni provechoso el primer sacrificio,
ni cerca estoy de burgués o doctor.
¿Es raro, pues, que el hado crediticio
lo inaudito me haga merecedor
por negarme un rumbo acomodaticio?
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