Quiso un día el Maestro poner a prueba a sus discípulos, tras explicarles la profunda significación ética del antiguo aforismo de que nada hay más valioso que el tiempo, para verificar si habían comprendido cabalmente la enseñanza. Para ello escogió al azar a tres de sus alumnos, Páster, Tátor y Evilio, y les fijó plazo de un mes para que expusieran ante el cenáculo una demostración práctica de tal verdad.
Expirado el plazo los acólitos rindieron cuenta de su iluminadora tarea, narrando qué habían hecho durante ese tiempo, del siguiente modo.
En primer lugar Páster relató que había comprado un par de muletas para hacerse pasar por un lisiado con el objeto de pedir limosna. Tuvo un saldo a favor de una moneda de oro.
En segundo lugar Tátor relató que había comprado cueros y un equipo de talabartería con el objeto de fabricar zapatos para venderlos. Tuvo un saldo a favor de diez monedas de oro.
Por último Evilio relató que le había prestado a Páster y Tátor el dinero necesario para emprender sus proyectos, al plazo de un mes y con interés corriente. Tuvo un saldo a favor de veinte monedas de oro.
Y todos celebraron a Evilio como el vencedor de la competencia.
Realmente la hizo Evilio jaja. Qué mejor valor para el tiempo que los intereses.
ResponderEliminarEse es el verdadero valor del tiempo: es oro.
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