Te dice que planifiques tu viaje,
levantarse hora y media antes
es un sacrificio aceptable
para que el país funcione,
para que las instituciones funcionen.
Pero no te preocupes,
pronto te acostumbrarás
al traqueteo cansino de los carros,
a las miradas derrotadas,
a las cabezas gachas,
a las manos callosas
y las suelas gastadas.
En efecto,
te acostumbras.
Te acostumbras
al hereditario peso de la noche
que te jala como la gravedad
al quintil al que perteneces.
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